El delegado episcopal en la Junta Mayor inaugura el plan de formación cofrade “Sin perder el paso” que organiza la cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuranza de la capital leonesa
De la mano de Jorge García Rodríguez, delegado episcopal para la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de León, y con la ponencia titulada “Cofradías en salida”, arrancaba en la tarde-noche del 27 de noviembre el plan de formación cofrade “Sin perder el paso” 2017/2018 de la cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuranza de la capital leonesa.
Con el culto y la caridad como pilares fundamentales, García Rodríguez recordó que una cofradía es mucho más que una comisión de festejos, por muy sagrados y solemnes que estos sean. Y apostó por ‘construir’ una verdadera hermandad durante todo el año, esto es, ser hermano junto a otros hermanos –que es lo que, en definitiva, viene a significar ‘cofradía’–, vivir la fe en comunidad y no en solitario.
Y eso pasa necesariamente por conocerse; porque conocerse es la única forma de quererse, y quererse, la mejor manera de ser hermanos. Acudiendo una vez al año a la procesión, es muy difícil; pero la cosa cambia cuando se promueve la participación en cultos, tertulias, exposiciones, arreglo de enseres, encuentros, reuniones…
Jorge García reivindicó también el papel de las imágenes titulares –el Santo Cristo de la Bienaventuranza en el caso de la penitencial de San Claudio–, esas que significan –sin saber muy bien por qué– algo especial, que se visitan en su templo, que le vienen a uno a la mente al rezar, cuya estampa se lleva en la cartera…
Pero esas imágenes han de ser, en definitiva, una evocación de Cristo o, en su caso, de su Madre. Porque todas representan alguna característica de Jesucristo o de la Virgen, y por eso son objeto de veneración, puesto que solo se adora a Dios.
Los cofrades se caracterizan de alguna forma por esa particular manera de ser cristiano que brota de la contemplación de las imágenes titulares; una contemplación que ha de prolongarse en la celebración de los sacramentos y de la vida cotidiana.
Por último, García Rodríguez insistió en la importancia de la acción social en las cofradías, porque no se entendería a Cristo dirigiéndose a los cofrades: “Tuve hambre, y me ofrecisteis flores; tuve sed, y me disteis a beber cera derretida; estuve desnudo y me cubristeis con mantos bordados de oro…”.
Más vale encender una cerilla que maldecir la oscuridad –concluía– y, por poco que se pueda hacer en la cofradía, menos es nada. Y sentenció: “la auténtica hermandad pasa por compartir y compartirse, por repartir y repartirse; esa es la eucaristía, en lo que tenemos y en lo que somos. Sin vaciarnos, incluso nuestros bolsillos, es difícil llenarnos del amor de Dios”.